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La historia de la industria automoción está llena de nombres famosos y revolucionarios, como Ford, Benz y Daimler, que a menudo eclipsan a figuras menos conocidas, pero igualmente influyentes. Uno de estos visionarios olvidados es Emilio de la Cuadra, un militar convertido a empresario innovador, que dejó una profunda huella en los primeros días de los automóviles eléctricos en España.
Emilio de la Cuadra, nacido en Sueca, Valencia, en 1853. Fue un militar de artillería que mostró interés por la electricidad, una ciencia incipiente en la España de principios del siglo XX, lo que le llevo a fundar la primera central eléctrica que llevó la electricidad a Lérida.
Dado su primer éxito empresarial, en 1889 decide viajar a la Exposición Universal de París, convencido de que la unión de la electricidad y el incipiente mundo de la automoción le ofrecía una gran oportunidad empresarial. Emilio, vuelve totalmente convencido de que su próximo negocio sería de creación de una empresa de fabricación de vehículos eléctricos, así pues, vende la central eléctrica de Lleida y funda en Barcelona, la Compañía General Española de Coches Automóviles E. de la Cuadra, Sociedad en Comandita, con un objetivo claro, proveer de vehículos eléctricos a las clases altas de la época que podrían permitírselo.
En 1894, Francesc Bonet había conseguido la patente del primer vehículo con motor de explosión en España, así pues, Emilio de La Cuadra ve en los vehículos eléctricos, una oportunidad de competir con Francesc Bonet, a través del desarrollo de vehículos propulsados por un motor eléctrico.
En 1898, decidido a cambiar la industria automotriz española, Emilio de La Cuadra funda la Compañía General Española de Coches Automóviles E. de la Cuadra, Sociedad en Comandita, cuya marca fue «La Cuadra» y a través de esta comienza con la fabricación de un camión, un coche y un ómnibus, este último es importante porque será el primer pedido comercial que la compañía. Lo utilizaban los hoteles de la época para trasladar a sus huéspedes desde la estación de tren hasta los hoteles.
Estamos en 1898 y los desafíos de los vehículos eléctricos de la época eran los mismos que en la actualidad, más de cien años después, la autonomía y el almacenamiento de la energía eléctrica.
Los primeros prototipos de Emilio de la Cuadra tenían una autonomía máxima de 4-5 kilómetros, lo que limitaba mucho el uso de estos. Así que como «buen emprendedor», sin haber resuelto los problemas con las baterías y su autonomía, confiado en poder solventarlo con unos nuevos diseños en la composición de las baterías, decide aceptar su primer encargo comercial para el Hotel Oriente de Barcelona, consistía en el suministro de un Ómnibus, un vehículo eléctrico que pudiera transportar a 20 personas desde la estación de Francia hasta su hotel, así como 500Kg adicionales para los equipajes.
La Cuadra tenía un gran reto por desarrollar, un vehículo impulsado por 2 motores de eléctricos de 15KW cada uno, pera subir una pendiente de 12% que había en el trayecto, así que Emilio y su equipo se puso a trabajar en el vehículo que levantaría la gran empresa automotriz que quería.
Lo que sobre el papel parecía algo sencillo, el excesivo peso y la falta de eficiencia de las baterías hacía que el tiempo pasara, los gastos subieran y el objetivo marcado quedara lejos, es entonces cuando Marc Birkigt un joven ingeniero Suizo, se une al proyecto.
Llega el gran día y en agosto de 1900, ante gran expectación de medios de comunicación, se realiza la presentación del Ómnibus con un resultado fatídico, tras arrancar, el vehículo salió de la fábrica, recorrió varios metros y se paró de manera irreversible, lo que hace la empresa no cumpla su compromiso con el Hotel Oriente y aunque la empresa se reconvirtió hacia la construcción de vehículos con motores de explosión, los acreedores no concedan más financiación, así que a principios de 1901 Emilio de la Cuadra se ve obligado a presentar suspensión de pagos y volver al ejército.
La Cuadra, sus diseños, prototipos y maquinaria pasa a manos de su principal acreedor, José María Castro, quien junto Castro, no se complicaban mucho para nombrar las compañías. La empresa Castro intentó seguir con el trabajo de Emilio y continuar con la fabricación de vehículos con motor de combustión, pero solamente dura 2 años y vuelve a presentar suspensión de pagos en 1902.
Es en este momento, cuando aquel ingeniero suizo, Marc Birkigt que comenzó su andadura empresarial con Emilio de la Cuadra y la continuó con José María Castro, se une a Damián Mateu para fundar la mítica empresa de automóviles Hispano-Suiza.
Aunque la Cuadra y Compañía cerró sus puertas, el legado de Emilio de la Cuadra perdura. Su visión y empeño en la fabricación de automóviles eléctricos contribuyeron al desarrollo temprano de la movilidad eléctrica en España y en Europa. Además, su enfoque en la calidad y la innovación allanó el camino para futuras generaciones de fabricantes de vehículos eléctricos.
Hoy en día, el mundo de los automóviles eléctricos está experimentando un renacimiento, y España no es ajena a esta tendencia, ya que tenemos grandes factorías de fabricación de vehículos, baterías, etc. Pero por algún motivo que desconozco, al igual que le ocurrió a La Cuadra y Castro, actualmente no existe una compañía española de automoción que compita con los grandes.
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